Grandes sufrimientos - Caritas
16395
page-template,page-template-full_width,page-template-full_width-php,page,page-id-16395,ajax_fade,page_not_loaded,,qode_grid_1300,footer_responsive_adv,hide_top_bar_on_mobile_header,qode-content-sidebar-responsive,qode-child-theme-ver-1.0.0,qode-theme-ver-9.3,wpb-js-composer js-comp-ver-6.13.0,vc_responsive
 

Grandes sufrimientos

Hablando

Sirios hablan de su dolor y sufrimiento tras años de una guerra recalcitrante y una pobreza en aumento. Caritas responde rápidamente prestando ayuda mientras la guerra se traslada de un área a otra.

El dolor de perder a un hijo

Hana* y su esposo Frahan* han sufrido la peor pesadilla para cualquier padre en tiempos de guerra. Su hijo murió cuando la escuela a la que asistía con su hermano gemelo en Damasco fue bombardeada.

Hana está inconsolable mientras recuerda que corrió a la escuela de los niños y llevó a su hijo al hospital más cercano en un desesperado esfuerzo por salvarle la vida.

“Fui corriendo hasta ahí y lo encontré tirado en el suelo. Lo abracé, sus ojos estaban abiertos”, recuerda entre lágrimas y llanto.

Ella describe las escenas de caos y de indescriptible dolor conforme llevaban a los niños heridos al hospital.

“Había niños sin piernas, sin dedos, niños con el abdomen abierto, realmente era inimaginable”.

“Se llevaron a todos los niños a la sala de urgencias y Sinar desapareció. Como una hora después les pregunté ‘¿En dónde está Ferran?’

Y me dijeron ‘Ya estaba muerto cuando lo trajo'”.

Conforme Hana y Farhan tratan de reconstruir sus vidas con el hijo que sobrevivió, han recibido valioso apoyo de Caritas. Farhan fue sometido a una artroplastia de cadera con fondos suministrados por Caritas.

“Caritas es la organización humanitaria más importante”, dice. “Me ayudaron a acabar con el dolor”.

Hana no puede imaginar una vida diferente más allá de las fronteras de Siria. “Este es nuestro país. No se lo daremos a nadie más”, dice. “No me imagino enterrada en un país que no sea el mío, lejos de mi hijo”.

Su esposo dice: antes de la guerra, la vida era hermosa. A pesar del conflicto, nuestro país sigue siendo el país más bello del mundo”.

*Los nombres han sido cambiados

Asistencia vital de Caritas

Aida* e Idris* huyeron de la ciudad siria de Maaloula, con su pequeño hijo, cuando combatientes armados invadieron la ciudad, conocida por su robusta comunidad cristiana. Dejaron todo atrás y ahora viven en Damasco.

“Grupos armados trataron de entrar en Maaloula varias veces”, dice Idris.

“Empezaron lanzando proyectiles y neumáticos explosivos en iglesias y casas.

Yo fui herido por un proyectil de mortero y me llevaron al hospital. Luego volví a Maaloula a defenderla, porque es mi tierra, mi aldea y mi lengua, el arameo. Esta es mi lengua y la lengua de Jesús”.

La familia tenía una tienda en Maaloula e Idris también tenía una pequeña parcela de tierra que cultivaba y en donde criaba abejas. Tenían una buena vida.

“Mi casa fue totalmente destruida. Lo único que sobrevivió fue esta imagen y esta foto de Jesucristo. ¿Qué puedo hacer? Quiero enviar a mi hijo a la escuela, pero tengo miedo”.

Aida está muy agradecida por la ayuda vital que le brindó Caritas en Damasco.

“Yo contacté con ellos y les expliqué mi situación y que no tenía a nadie que me apoyara. Me dieron cupones de alimentos. Fue una gran ayuda. Caritas es la única institución benéfica que nos apoyó en ese momento. Ahora nadie nos está ayudando”.

El futuro es incierto para la familia e Idris no sabe si quedarse en Siria.

“Quisiera quedarme aquí, pero por mi hijo es mejor que nos vayamos. Quiero ofrecerle una vida mejor para el futuro. Si la situación fuera segura, no dudaría en quedarme aquí”.

*Los nombres han sido cambiados

Una historia extraordinaria de supervivencia

Los hermanos Arif* y Husam* tienen suerte de estar vivos. Fueron detenidos por combatientes en el pueblo de Adra, al sur de Siria, y se salvaron por poco de ser ejecutados.

“Nos llevaron fuera para ejecutarnos. Mi hermano se arrodilló frente a la cerca. Yo puse mi mano sobre la suya y le dije: ‘Juntos con Jesús en el cielo’. Luego, ellos (los combatientes) discutieron entre sí y detuvieron la ejecución”.

Los hermanos tenían las manos atadas a sus espaldas y fueron obligados a hacer un largo viaje, caminando por el fango y la nieve antes de enfrentarse a dos años de encarcelamiento.

“Cada segundo, cada momento, vivíamos con dolor y opresión. A veces nos dejaban sin comida durante 48 horas. Había dos cucharadas de agua por persona al día”. Los hermanos no lo podían creer cuando finalmente los pusieron en libertad.

“De pronto, la puerta se abrió y una voz dijo: ‘están libres’. Yo no lo podía creer, pensé que estaba soñando. ¿Vuelvo con mi familia? No esperaba volverlos a ver”.

Otros miembros de la familia también sufrieron mientras los hermanos estuvieron detenidos. Caminaron durante ocho horas por el desierto, con un bebé, para escapar de la violencia en Adra. Desde entonces, la familia se ha reunido, pero han dejado atrás sus pertenencias y sus medios de sustento.

“Contactamos con Caritas”, dice Alia*, hermana de ambos. “Nos dieron todo tipo de ayuda alimentaria y medicinas. Nos dieron cosas que necesitábamos en aquel momento.

“Caritas nos brindó apoyo moral. Lo primero que vimos fueron sus hermosos rostros sonrientes. No nos hicieron sentir como si estuviéramos recibiendo un donativo”.

*Los nombres han sido cambiados

Sufrimiento diario

Es difícil imaginar lo que viven a diario Sahib* y su familia. Sahib quedó paralizado después de que la bala de un francotirador le destrozó la espina dorsal cuando una noche, después del toque de queda, cruzaba la calle en Irbin.

“No siento nada desde el abdomen hasta los dedos del pie”, dice Sahib. “Gracias a Dios, mis manos están bien”.

Sahib se mudó varias veces con sus padres, sus hermanas y su clan familiar, de Irbin a otros lugares, antes de llegar a Damasco. Ahora, la familia vive en condiciones difíciles, hacinada en un estrecho almacén.

Su madre, Khadija*, dice que cuidar de su hijo es un gran esfuerzo. “Tras su accidente, sufrimos mucho con él”, dice Khadija. Su padre, Rushdi*, rompe a llorar cuando nos cuenta que su hijo necesita medicamentos, catéteres y otros servicios médicos.

“No tenemos nada de dinero”, dice Rushdi. “No podemos cubrir gastos de viaje. Aquí no lo podemos tratar”.

Sus dos yernos murieron en el conflicto sirio y sus hijas y ocho nietos viven con ellos en el almacén. “Uno dejó tres hijos, el otro cinco. Nuestra situación empeoró”, dice Rushdi.

Salma*, la hija que tiene tres niños, vivía en Babbila, cerca de Damasco, cuando su esposo desapareció. “Mi esposo salió a comprar comida y nunca volvió”. Oímos rumores de que había sido secuestrado, pero no tenemos idea de dónde está. Han pasado cuatro años desde que desapareció y estamos sufriendo mucho”.

Caritas le ha dado a la familia ayuda alimentaria, ropa y cobijas. “No podemos hacerlo solos, necesitamos ayuda”, dice Khadija. “No podemos vivir sin la caridad. Ellos nos están ayudando”.

*Los nombres han sido cambiados

¿Nos quedamos o nos vamos?

Abeer* y sus ocho hijos sobrevivieron a un ataque con morteros en su casa en Hujara, pero una de sus hijas, Zainab*, sufrió quemaduras graves.

“No podíamos salir para llevarla a que la trataran, estuvimos asediados entre una semana y 10 días”, dice Abeer. “Todas las casas y las mezquitas fueron incendiadas. Había cadáveres por todos lados.

La familia huyó a Babbila y luego a Jarama, en las afueras de Damasco.

“La situación es muy mala, mi esposo tuvo una operación a corazón abierto”, dice. “Mi hijo, Mohamed, está estudiando y es el único que trabaja y gana dinero. La vida aquí es difícil.

Mohamed, 20, pensó en abandonar Siria para ayudar a mantener a la familia y habló con sus tíos para que lo ayudaran a huir a Turquía.

“Si me voy del país no habrá nadie que mantenga a mi familia”, dice. “Mis padres rechazaron la idea. Mi padre dijo: ‘No puedo vivir sin ti, si te vas mi vida no tendrá sentido'”. Caritas ha ayudado a la familia con medicinas y pomadas para Zainab. Abeer dijo que Caritas también la ayudó a ella cuando tuvo una operación de vesícula y ayudó a sus gemelos que tuvieron problemas de retraso en el crecimiento.

El panorama para la familia es lúgubre. Están pasando apuros para pagar el alquiler y alimentarse. Las escuelas para los niños quedan demasiado lejos y Abeer dice que han perdido el deseo de estudiar.

“Todo ha cambiado”, dice. “Estamos más exhaustos que nuestros hijos”.

“Sólo nos queda la ropa que llevamos puesta”. Yo dejé atrás a mi esposo. Me fui con los niños”.

*Los nombres han sido cambiados

Caritas trabaja con misericordia y compasión para defender la dignidad de las personas de todas las confesiones y de ninguna.

¿Qué pueden hacer para ayudar?